Luego de haber transitado desde el año 1985 por asuntos judiciales de toda índole como demandantes y demandados, representando a empresas del sector comercial, bancario, de seguros, de inversiones, de la construcción, y resolviendo controversias patrimoniales en medio de personas naturales ‒entre otros‒ es muy difícil no darse cuenta de que la mejor manera de dar solución a los conflictos es a través de una mediación efectiva, manejada por personas que conozcan la verdadera naturaleza de la disputa, sus causas y que tengan la habilidad de evidenciar el beneficio que representa resolverlo privadamente.
Estas afirmaciones han sido el norte de todas las situaciones litigiosas que se han presentado, sin embargo, es necesario que quienes tienen en sus manos el desacuerdo tengan las herramientas necesarias para resolverlo.
En todos las controversias no siempre existe el mismo interés y en muchos casos no solo es económico. En la gran mayoría, hay un componente psicológico que no le permite a la parte ver con exactitud la causa y la naturaleza del asunto en el cual se encuentra involucrada, por lo cual realmente no está consciente de la situación que la afecta.
En muchos casos esa situación la lleva a escalar el conflicto innecesariamente y a asumir riesgos de toda índole: personales y económicos.
Lo antes expresado pudiera reflejarse de la siguiente manera:
En efecto, se trata de la misma gráfica vista desde dos orientaciones diferentes. Una de ellas es la real. La otra es un espejismo que, en caso de ser confundido con la verdadera imagen, nos haría perder tiempo, esfuerzos y dinero, debido a que propiciaría un enfoque errado.
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